13 de junio de 2017


El olor de un ser que siempre ha estado solo, oliéndose a sí mismo en su estancia sin otros,
oliendo su acre mismidad.
y el olor de otro ser solo que sólo a sí mismo ha olido
se encuentran.

Se transforman en caracoles y se aman como caracoles, intercambiando partículas que se desprenden con el rozamiento.

En la siesta llega hasta ellos el olor dulzón de un guiso de carne, un regusto de vino,
y vuelven a amarse
abriéndose y penetrándose de la grandeza de todo lo que tienen por delante.

La despreocupación por la forma, los desayunos orgiásticos de las babosas, los frotamientos de los mil aromas.

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