31 de mayo de 2016

En el Waingunga

Bagheera se levantó y se desperezó, llenando de pavor a unas gacelas que comían cañas no lejos de ella. Habló con voz tan negra como su pelaje, riendo para sí.
–Criaturas hermosas… no tembléis. Cuando decida cuál de vosotras será mi cena de esta noche no os daré tiempo para sufrir.
–Huid, huid por aquel lado –se decían unas a otras.
–Criaturas hermosas… Gracias por permitirme veros huir de mí –siguió diciendo para sí misma. –Sería un placer devoraros, pero he decidido seguir una nueva dieta…
Miró hacia lo alto, hacia unos frutos rojos e hinchados que colgaban de una rama no demasiado alejada. Subió por el tronco inclinado de un árbol y llegó tan arriba como pudo. Desde allí estiró la pata y con las zarpas intentó alcanzar los frutos. Falló un par de veces, pero la siguiente vez consiguió hacer caer el racimo, que hizo ruido al llegar al suelo. Bajó con la elegancia de que presumía y se sentó con las patas delanteras recogidas bajo su pecho, cual esfinge, frente a los frutos. Los miró con los párpados medio caídos durante un buen rato. Se relamió, intentando animarse a sí misma. Pensó, con palabras:
–Qué magnífico racimo de fruta.
Pero no sintió el interior cosquilleo que le producía la vista de una gacela.
–Qué color tan intenso.
Pero no sintió la saliva deslizándose por las comisuras de su boca como un río.
–Qué perfume embriagador.
Pero tuvo que decirse a sí misma que “embriagador” era una hipérbole, como mínimo. Dejó caer la barbilla sobre su pata y miró tristemente al racimo.
–Esta ranita siempre está intentando dominarme… Esta ranita enamorada de las gacelas me causa mucha congoja. Tanto la quiero a la ranita, a mi Mogwli, y tanto miedo me da su mirada de Hombre, que le he prometido algo triste como la mañana después de que la Flor Roja devore el bosque. Pero no me siento arder con estos frutos ante mí, no…
–¿Qué haces, Bagheera, viejo pedazo de noche? –dijo Mogwli, caminando hacia ella. - ¿Qué miras con tanto interés?
–Miro este estupendo racimo de fruta que me he de zampar ahora mismo de un bocado…
–Me alegro de que estés cogiendo gusto a la fruta, Bagheera.
–Sí, yo también me alegro… me siento limpia y buena –continuó. Mas el tono de su voz no reflejaba la alegría que decía tener en su corazón.
–Voy al lago, a pescar. ¿Quieres cenar una trucha conmigo, Bagheera? He prometido también cazar algo para Akela.
–No, ranita. Lo que yo quiero no necesito ayuda para cazarlo...
–Luego te veré, Bagheera… –se despidió Mogwli, con su cuchillo colgando del cuello como el colmillo de un tigre.
Bagheera olisqueó en torno mientras se decidía a hincar el diente en la fruta. Bullía el aire a aquella hora con millones de mosquitos y criaturas apenas visibles. Era estruendosa la selva. Alrededor suyo, en el suelo, una alfombra roja de frutos como el que se disponía a comer, mas ya podridos, le recordaba que pronto llegaría la estación de las aguas, en que la caza escasea.
–Ahora, es ahora cuando las gacelas son más… más….
Se puso a pensar en los muchos veranos que podía recordar y sintió un oscuro y agudo aguijón clavarse bajo su corazón. La fruta olía a hombre, a mercado. Así había olido cuando fue prisionera en su juventud, allá en Oodeypore. Allí, dentro de la jaula en que la mantuvieron cautiva, rodeada de aquel olor a hombre, deseó, casi constantemente, casi exclusivamente, poder correr tras una gacela. Tuvo miedo de no regresar jamás a la selva y soñó con las gacelas bebiendo en el río Waingunga y huyendo de ella, costado contra costado.
Se relamió, se levantó lentamente, y pensó:
–La ranita tendrá que perdonarme quiéralo o no.
Y se encaminó, silenciosa, por donde aquéllas habían huido.

30 de mayo de 2016

Cada noche te leo

Monito:
Cada noche te leo. Anoche perdimos La isla del Tesoro. Desapareció. Así que empecé a leeros El bosque animado. No decías nada, atento como siempre. Cuando tuve que ir a consolar a Gatito, que lloraba en la otra habitación, te levantaste y preguntaste muy serio con tu voz de pífano:
—Pero, en este libro, ¿va a pasar algo y van a hablar o son todo esas tonterías del bosque?
Te gusta escucharme, aunque no entiendas mucho de lo que oyes. Pero necesitas un poco de acción, ¿verdad? Por supuesto, Monito.
Esta noche tendrás acción.

28 de mayo de 2016

Diálogos de amor

I.
-No elaboras sentidos. No construyes nada. No haces nada con este amor. Eres estéril.
-¿Y qué demonios quieres que haga con el amor?
-Construir algo, una teoría, un diamante, paladearlo, hacerlo tuyo.
-¡Es mío!
-No. Es como si vivieras sobre la Tierra pero no fueras consciente de su generosidad. Y no me mires así.
-¿Cómo te miro?
-Con ojos de loco. Enfadado.
-¿Y cómo quieres que te mire?
-No quiero que me mires. Quiero que hables. Que digas algo. Eres como un trozo de madera. ¿No quieres nada?
-Te quiero a ti.
-¿Y cómo puedo saber yo eso? Querrías a cualquiera que cumpliera las mismas funciones.
-Sólo existes tú. Déjame en paz,

II.
-¿Qué me miras con ojos de loco?
-Voy a arder de pureza.
-¿Y qué quieres que haga yo?
-Nada. Esto es cosa mía. No te puedo querer así.
-¿Cómo?
-Duele. Demasiada pureza la de este amor.
-¡Y qué quieres que haga yo?
-Tengo que hacerlo real. Ensuciarlo un poco.
-Ensucia lo que te dé la gana.
De la otra le gustaron las nalgas especialmente. Más que las de ella. Y volvió. Más real, según él. Más tranquilo.

26 de mayo de 2016

Gente con y sin edad

Hay gente que tiene edad y gente que no tiene edad, sencillamente. No son ni jóvenes ni viejos. Esas definiciones no les atañen. A los que sí tienen edad les importa mucho la de los demás. Hacen lo que deben hacer a su edad. Visten así, van a este sitio y no a otro, les gusta pensar en de lo que tienen, en lo que han conseguido, se juzgan y juzgan a los demás y siempre mencionan de pasada a la gente importante a la que conocen.
Los que no tienen edad intentan averiguar si los excéntricos que ven por la calle son felices.

12 de mayo de 2016

Palacio

Cangas del Narcea. Llamas de Mouro. Palacio de los Duques de Veragua. Siglo XVI.


Que no imagine un palacio palaciego. Que es una casona en ruinas pesada, masa de piedra derruida en partes, imposible de habitar, ciega, triste, un buque hundido en tierra, una excrecencia de siglos irrecuperable.

¡Recomienda este blog!