22 de junio de 2011

Etiquetas

—No estaría mal. Desde luego que progresaría. Voy a poner una etiqueta a este pensamiento y así, cada dos por tres, no tendré más que repetir la etiqueta y ya sabré a qué me refiero. Porque me lo repito cada dos por tres, te digo, y me vuelvo a entusiasmar. Me agoto en puro entusiasmo.
—Hace mucho que yo tengo etiquetas para pensamientos repetitivos, pero no son lo mismo que un pensamiento desarrollado y disfrutado del tipo «Cuando me toque la lotería», o «A partir de mañana voy a», o «Ni una copa más». Qué hermosos, los proyectos.
—Ya, tienes razón. La verdad es que el placer consiste en desenrollar con calma el pensamiento.
—Y creérselo sin que enmohezca.
—No lo olvidemos. Creérselo. Ay, qué lista es ella.
—Y tú, y tú. No es fácil engañarse durante tantos años.
—Ya, ya. Yo me engaño como los ángeles.
—Que sí. Que eres muy listilla.
—Ya. Pásame una aceituna, guapa.
—Bah.
—Venga.
—Como tú quieras.


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